Las investigaciones históricas cada día avanzan más. Sin duda uno de sus impulsos más fuertes está motivado por el mayor acceso a la documentación y a las fuentes de las que se nutre esta disciplina. Las nuevas tecnologías están abriendo la puerta a documentación muy alejada de nosotros físicamente, agilizando su consulta. Por poner un ejemplo, los archivos digitalizados, aunque hasta ahora muy pocos que lo estén al completo, poco a poco van poniendo a nuestra disposición conjuntos documentales que eran muy complejos de investigar, por ejemplo series documentales ordenadas cronológicamente, cuya consulta sin la referencia de la fecha era un trabajo arduo, y que con los mecanismos de reconocimiento de texto se hace casi de inmediato, introduciendo los términos de búsqueda.
Pero a pesar de ello, se produce una paradoja, pues mientras que la documentación custodiada por archivos tanto públicos, como en algunos casos privados, va siendo cada vez más accesible, la documentación privada o en manos de particulares, va desapareciendo, perdida en un limbo, en el que depende de la voluntad de su o sus propietarios que salga a la luz.
No podemos hacernos una idea aproximada de las cantidades de documentación que pueden estar en manos de particulares. La situación depende específicamente de cada persona y de cada situación. Se pueden rastrear muchos casos de situaciones en las que, o la acción del estado o de los propios particulares, ha ocasionado la destrucción de esa documentación o su ocultamiento por implicaciones de todo tipo: políticas, religiosas, sociales, etc... Raramente, vuelven a aparecer, al menos cuando caen en manos de personas conscientes de su valor, en unos casos de su valor económico pudiendo encontrarlos en librerías de viejo, en rastrillos, etc., en otros casos, los menos de su valor histórico o documental.
Ante esta situación tan sólo cabe hacer un llamamiento a las conciencias de las personas que guardan estos documentos. Lo que ellos consideran papeles sin valor, y realmente en muchas ocasiones tan sólo tienen el valor documental y no económico, pueden ser fuentes de primera mano para reconstruir la historia, para dar otra visión distinta de las cosas.
Hay una cuestión que me parece preocupante, como es la de que hoy día el reciclado de papel se ha convertido en una cuestión de interés general, tanto que en la mayoría de las ciudades con un cierto número de habitantes se han instalado los famosos contenedores azules. Nunca vamos a criticar desde este foro una acción medioambiental tan importante como esta, pero otra cosa es lo que se recicla.
¿Cuántos trasteros llenos de papeles viejos han terminado en los contenedores azules?
¿Qué es exactamente lo que se deposita en esos contenedores? ¿Tiene alguna parte de ello interés documental?
La verdad es que a veces conseguimos saber que esto sucede por un método muy simple, acudiendo cualquier domingo a un rastrillo, donde podemos ver que en algunos puestos están vendiendo lo que ellos llaman papeles viejos, libros, etc. Una gran parte de esto procede sin duda de estos contenedores pues en todas la ciudades existe un grupo de personas que se dedican a rebuscar entre las cajas de cartón y los periódicos atrasados.
¿No sería mejor depositar esa documentación en un centro documental donde la conserven en estado óptimo, donde los investigadores puedan utilizarla en sus investigaciones o donde no caiga en manos de gente que la puedan utilizar con fines poco honorables?
Por favor lector de este blog, si conoces algún caso así, instale a que deposite esa documentación en algún archivo público, o en caso de ser documentación de algún tipo específico que lo haga en organizaciones o instituciones con las que tenga que ver la documentación. Otra opción, la que más trabajo puede suponer es la de digitalizar esa documentación y hacerla accesible a través de la red, para que pueda servir a todo el mundo. Lo último que se debe de hacer es deshacerse de ella o usarla para encender la chimenea.
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